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Todo negro

Llevo ya varios días con querencia al negro -estoy hablando del color, no de un varón de raza negra- en ropa, canciones, paranoias o comida. Y me he dado cuenta de esto precisamente al ver mis últimas publicaciones en Instagram mientras engullía espirales de regaliz negro. Para rematar, Don Joaquín ayer me hizo un regalito con mucho negro que acaba de corroborar mi teoría, aunque ya no sé si es una teoría o una conspiración porque esto de verlo todo negro empieza a no ser ni medio normal:

Me rechifla y me fascina pero a la vez me da una angustia terrible verme vieja y me hace cagarme en la fugacidad de la vida pasando por el carpe diem que nunca puse en práctica y en el Tena Lady que voy a tener que comprar. Don Joaquín, maldito loco, gracias por regalarme tu magia, aquí viene cuando digo que te adoro, como adoro la cerveza y como adoro mis sueños negros

A ver, que parece que estoy a puntito de hacer un comentario de texto o divagar sobre el memento mori pero acabo de tener un flashback curioso y voy a aprovechar para dar un giro dramático a esto que me está quedando para sobredosis de Diazepam. Te cuento, en estos momento estoy viajando en el tiempo y recordando cosas que creía cuando era pequeña:

  • Me daban asco los pasteles de cabello de ángel porque creía que se hacían con pelos de verdad.
  • No quería llegar a vieja para no tener que llevar dentadura postiza. Estaba completamente segura de que las hacían con dientes de personas muertas.
  • Tenía la certeza de que te quedabas embarazada en el mismo momento que dabas un beso con lengua. Supongo que son los daños mentales digo colaterales de ir a un cole de pseudo monjas.
  • Como era una niña gigante y le sacaba una cabeza y media a todas las criaturas de mi clase, tenía miedo de no parar de crecer nunca y alcanzar los dos metros y medio de estatura. También pensaba que si esto llegaba a pasar tendría que reunir el valor suficiente para suicidarme. Estaba todo planeado: mezclaría Petazetas y Coca Cola.
  • Siempre tenía hambre y me sentía muy desgraciada porque me moría por probar los panecillos que Heidi llevaba a la abuelita de Pedro pero que nunca vi en la vida real. Un día mi madre consiguió encontrar uno (pan de Viena) pero fue terrible, monté un drama. No podía parar de llorar porque no era el mismo panecillo: ni tenía la misma apariencia que en los dibujos ni tampoco el sabor que yo había imaginado.
  • Cuando comulgaba, me sentía caníbal porque el cura decía que estaba comiendo el cuerpo de Cristo y yo me lo creía y me daba ansiedad ir a misa porque pensaba que en cualquier momento iba a sentir el sabor de la sangre y la carne cruda en la boca.
  • Creía firmemente que si contratabas un seguro de vida no te podías morir.
  • Cada vez que rezaba el padrenuestro yo me preguntaba por qué coño Dios nos tenía que librar del mar. Mucho mas tarde ya me enteré que lo que decía era «líbranos del mal» y que nunca lo había dicho bien.
  • Pensaba que la mamá de Marco se llamaba Manoli porque se parecía muchísimo a la hermana de mi vecina que se llamaba así.
  • También sospechaba que yo tenía un retraso mental pero que todo el mundo fingía que era normal para que no me sintiera mal. Lo pensé hasta los 13 años. Bueno, todavía lo pienso.

Por cierto, acabo de leer un twit de Xavi Ey (@xblauman en twitter) que viene que ni pintado de negro: «De pequeño cuando me decían «los payasos de la tele» sabía qué programa era. Ahora me pierdo»

Y precisamente ahora, mientras me trago dos pastis de valeriana con una tila triple, releo todas estas cosas maravillosamente absurdas que pensaba de niña y sólo puedo confirmar que se veía venir mi tendencia al drama. Y al negro.

Tengo un mechero y una disfunción

El color negro

El color negro es la ausencia de luz, es la percepción visual de máxima oscuridad. El negro es, en teoría,la mezcla de los tres colores primarios en la síntesis sustractiva: cyan + magenta + amarillo y bla bla bla bla…

Nos han enseñado que el color negro representa la tristeza, la muerte y el mal. Sin embargo la psicología del color asocia el negro con la elegancia, el misterio, la sensualidad y el poder. La historia del color negro nos recuerda que fueron los primeros religiosos cristianos los que lo utilizaron como su «uniforme» y Google dice que existen aproximadamente unos 50 tonos de este color.

Más cositas: La historia del color negro en el catolicismo puede remontarse a la primeras órdenes cristianas y la explicación es que los primeros hábitos de los religiosos eran de color gris y pardo, colores neutros ligados a la humildad. Pero a lo largo de la historia, el color negro en sus diferentes tonalidades siempre ha tenido connotaciones negativas: luto, dolor, melancolía, desesperanza. Anda, mira, acabo de leer lo siguiente: «No se recomienda utilizar el color negro en decoración de interiores, desanima y baja el ánimo» . Genial, aprovecho para meter la foto de mi cocina

Cocina Negra Blog

Yo: «No soporto el postureo. Voy a hacerme una foto espontánea y natural fregando los platos en bata». Intento 7458 de la foto espontánea y natural

El significado del color negro, varía en función de cada cultura. Mientras en Occidente el negro es sinónimo de tristeza, en África y en el antiguo Egipto, el color negro simbolizaba la fertilidad. De una forma análoga, en Japón se asocia con lo femenino.

El negro también se relaciona directamente con la magia negra, con la religión y con las ciencias ocultas. Una vez más el negro es misterio, es lo desconocido, es poder, es la puerta a otra realidad.Se dice que la famosa piedra ubicada dentro de la Kaaba, en La Meca, se puso negra por los pecados cometidos por los hombres. Y como curiosidad, el color negro fijó su uso en la religión católica gracias a la Inquisición española y a Carlos I. La intensa actividad del Santo Oficio se tiñe de negro para convertirse en el terror de los herejes. En el nombre de Dios, cuánta oscuridad…

El negro en la moda

Sin embargo, cuando se trata de ropa, es el color más elegantes y seductor para vestir con elegancia y el elegido en ocasiones relevantes. La ropa negra y los complementos otorgan un aspecto riguroso y conservador al mismo tiempo que transmiten poder y autoridad a quien lo viste. Estamos ante un lenguaje no escrito: se da por hecho que los que visten de negro, son individuos de gran personalidad que emanan un aire misterioso y dominante.

Coco Chanel con la creación del icónico Little Black Dress fue la responsable de otorgarle al vestido negro el poder de la elegancia, la seducción y la fuerza del universo femenino

Pero el negro en la moda también es símbolo de rebeldes. El punk el y rock, como movimientos contraculturales vinculados a outsiders en la cultura popular, se apropiaron del color negro en su vestimenta para transmitir una imagen transgresora, inconformista y agresiva.

Recordemos que el color negro es ausencia de luz y como tal, oculta y borra. Dicen que es el color de las personas tímidas que quieren pasar desapercibidas porque crea un muro que las aisla y protege del resto del mundo. Vestir de negro esconde tu vulnerabilidad, invisibiliza inseguridades y empodera.

Elegante, simple y fácil de combinar, el color negro es el más popular en la industria de la moda pero los que tenemos el alma negra también guardamos tres secretos para aprovechar la fuerza que nos otorga este color

1- El Total Black es total black siempre. No incluyas complementos de otro color ni limites su uso a eventos estrictamente formales
2- Mezcla estilos y texturas. juega, combina, innova, diviértete. Y por supuesto, ama las prendas negras desgastadas, te van a dar poder.
3- Estudia la posibilidad de limitar la combinaciones de calaveras + negro. Las calaveras son más divertidas y menos obvias si las mezclas con colores vivos o flúor, crea contraste a menos que quieras parecer un cuadro vanitas andante.

Y no tengo nada más que añadir

Vanitas1
Vanitas con putto
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Vanitas de Edwaert Collier

Placeres low cost

Todo el día con los ERTES, con Fernando Simón y con la desescalada en la boca pero nada se habla de los placeres low cost que nos está regalando esta cuarentena y de los que, por lo que veo, pocos de nosotros sabemos disfrutar, coronazones.

El primer placer pandémico es descubrir que ningún otro es comparable al que te proporciona Instagram con el bloqueo, esa función orgásmica de triple acepción:

1- Bloquear a disminuidos sexuales que envían fotopollas


2- Bloquear también a deficientes mentales que te preguntan la edad.


3- Gozar como una perra al comprobar que ciertos enfermos con minusvalía emocional -de esos que ya has bloqueado en todas las redes y necesitan terapia para sanar traumitas de su infancia- siguen stalkeandote y van y creen que no te enteras. La felicidad era esto, señoras y señoros, onanismo virtual extremadamente gratificante a bajo coste y sin cargo de conciencia.

También se te ponen los pezones duros cuando recuerdas que ya no tienes que llamar a la policía a las 3 de la mañana porque el piso turístico de tu vecina la del 1º Izquierda -que no recuerdo su nombre, cachis- sigue y seguirá vacío gracias a la pandemia. Muy placentero y sanador, casi tanto como sentirme asilvestrada y decidir que no me tiño el pelo, otra semana mas.

Pero uno de los placeres low cost más intensos de esta semana se desencadenó justo después de escuchar Intermitente, el nuevo single de El Grajo. Pensé que sería una idea estupenda subir a la terraza y grabar un vídeo intensito con la canción para que pudierais sumergiros en mi complejo universo emocional de ser de luz (sí, ya os lo dije, ahora soy un ser de luz). Pero llovía, me desorienté muy fuerte y no conseguí dejar de hacer el imbécil. Al final no se sabe muy bien si me persigue una avispa asiática o estoy sufriendo un ataque de epilepsia pero el nivel de sudapollismo alcanzado fue bastante satisfactorio. Aquí en el vídeo podéis comprobarlo.

Hacerte la estrafalaria porque te mola parecer especialita incluye hacerte fotos mientras llueve, sí o sí. Porque sí. Y también porque ya te habías maquillado y tienes que aprovechar el contouring. Y porque tu stock de paciencia no te permite esperar a que deje de llover. Y porque sabes que si no las haces ya, luego no te va a apetecer. Y porque te ha pillado el toro y tienes que publicar algo en Instagram. Y porque te da la gana. Además, salen de fondo las bragas de tu vecina y sientes que la vida es maravillosa.

Terraza Madrid Blog
Hago cosas de gente rara como hacerme fotos cuando llueve.
A veces como mandarinas

Pero descubres que la dicha es absoluta cuando te das cuenta de que todavía quedan cervezas frías en la nevera que no son las de marca Día y te abres la tercera sin remordimientos porque piensas que, total, el futuro es incierto y tú estás perturbada, el delirium tremens post cuarentena seguro que está magnificado y además ya no tienes nada que perder porque ni siquiera tienes trabajo. De pronto te sientes plena y brindas por tu mente lúcida, capaz de inventarse 20 argumentos inconsistentes por segundo para justificar el alcoholismo, brindas porque ya te importa una mierda depilarte las ingles o no y brindas también por esa cana púbica que descubriste ayer y que hoy necesitas hacer pública.

Estás muy agradecida al universo de que sea gratis ser como eres, debe de resultar agotador ser limpia y ordenada. Y también muy frustrante porque te impide regocijarte cuando observas cómo las pelusas negras engendradas por los pelos de tus perros negros hacen carreras por tu pasillo blanco. El gustazo de saber que no las vas a aspirar ahora y mañana tampoco porque hace cinco semanas que te convertiste en un ser de luz que ha aprendido a trascender las banalidades del mundo, no tiene parangón.

El tema del ser de luz lo cuento otro día. De momento os puedo adelantar que como tal, he aprendido a volar. Bueno, volar, lo que se dice volar, volar, volar… no vuelo. Mira:

Volar de El Kanka

Siento un placer inmenso por la ropa nueva que no me voy a comprar. El instinto de supervivencia que mi mente enferma ha desarrollado para hacer frente al apocalípsis, me está obligando -junto con mi precaria condición de autónoma freelance- a prescindir de todo lo material que no sea de primera necesidad. Y me gusta, me gusta mucho, tanto que acabo de desarrollar un estrategia para hacer frente a esta crisis con moda low cost. Os la cuento con detalle ahora mismo pero antes tengo que decir que me siento muy feliz al releer todo esto y tener la absoluta certeza de que si lo ve alguna de mis ex clientas -de esas que se llevan a su filipina a la mani chunga del barrio de Salamanca- va a escandalizarse 487 veces y eso me gusta tanto o más que los dos besos repugnantes de compromiso que ya nunca jamás voy a tener que darle.

Moda low cost

El término «low Cost» es tendencia más que nunca. La crisis sanitaria nos ha reducido el presupuesto destinado a ropa, calzado y complementos, obligándonos a ahorrar. Pero mi estrategia de moda a bajo coste va más allá de las rebajas y de la ropa aburrida de aspecto barato. Desde hace tiempo viene percibiéndose un cambio de hábitos de consumo que nos estaban dando pistas pero la pandemia ha sido el detonante: los consumidores han cambiando su forma de consumir ropa, dan mayor importancia al ahorro y a aspectos éticos y sostenibles a la hora de comprar. Adquirir hábitos de consumo más sostenibles, consumir menos, ahorrar recursos naturales y reaprovechar las prendas que teníamos olvidadas es la clave.

1-Tiendas vintage. La ropa vintage no tiene por qué ser ropa usada, puede ser nueva pero tiene que tener varias décadas de vida (la confeccionada en las décadas de los 60, 70 y anteriores es la más buscada pero también se considera vintage la de los 80 y 90) Antes la ropa tenía una calidad muy superior a la de ahora por lo que la mayoría de las veces es sinónimo de ropa de calidad a coste más bajo pero hay que saber buscar. Piezas únicas con valor histórico a un precio reducido ¿no es tentador?. A mi me encanta Vintalogy, Flamingo Vintage Kilo y Underground Moda

2- Segunda mano. Ropa de organizaciones benéficas y solidarias que dan una segunda vida a las prendas y promueven su reutilización: La industria de la moda es la segunda más contaminante del planeta. Comprar en estas tiendas es un acto sostenible, muy económico y pueden encontrarse verdaderas joyas. Además las tiendas de ropa de segunda mano garantizan precios bajos, una relación calidad precio excelente, contribuir al desarrollo sostenible y coolaborar con proyectos humanitarios de cooperación. Acércate a Humana, Koopera, Piel de mariposa y además estarás ayudando a una buena causa

3- Ropa de otras temporadas. Si tienes presupuesto 0 y buscas alternativas a la compra, va a ser más divertido todavía. Rebusca en el trastero y recupera esas prendas que ya no te ponías, seguro que descubres ropa que te va a fascinar y que tenías olvidada porque ya te aburría o simplemente creías que había pasado de moda.

4- Armario de la abuela. Haz una excursión a los roperos de tí@s, padres y yay@s y empieza a probarte cosas mientras abres tu mente. No te sorprendas cuando encuentres tesoros maravillosos. Recuerda que la moda pasa de moda, reinvéntate, atrévete. Un sombrero, un traje de chaqueta de señor@ o un vestido de flores de abuela bien llevado es siempre fascinante ¿Existe una alternativa más barata y creativa?

5- Eclecticismo, buscar un estilo propio: Mezcla, inventa, disfrázate y darás en el clavo. Atrévete y combina colores complementarios (juega con el color block), texturas imposibles, estilos aparentemente contradictorios y estampados incompatibles, juega a la vez con los opuestos, con ropa de invierno y de verano, con prendas baratas y caras, con sandalias, calcetines y abrigos, con tu fondo de armario y con ropa prestada, con ropa moderna y ropa antigua, desconjunta, rompe normas y crea las tuyas, sé únic@, haz mestizaje y vuélvete un poco loc@. Descubrirás posibilidades infinitas que te ayudarán a encontrar tu estilo personal con ropa low cost.

Date el gustazo

Top deportivo de H&M, chaleco de flecos de Bershka de hace muchas temporadas y biker de Stradivarius. Collar y gargantilla de Koopera. Pantalón y botas vintage .

Crónicas de cuarentena (II)

Ayer edité este vídeo con mis mejores momentos de la cuarentena y creo que está muy bien trabajado, transmite de manera fiel las experiencias más bonitas vividas durante el confinamiento y me proyecta como un nuevo ser de luz, por eso quiero que sirva de introducción al post de hoy.

Que sí, que vale, que el encierro desgasta poco a poco. Yo me hago la chula y miento como una perra. Y digo que lo llevo bien pero la verdad es que me satura tanto soportarme todo el tiempo a mi misma que al final me caigo fatal, termino haciéndoles caso y me desoriento. Estoy hablando de ellas, las voces, te lo cuento aquí:

También me siento cansada de esa fantasía o más bien paranoia colectiva que estamos empezando a sufrir los españoles: todos somos asíntomáticos, todos hemos sido infectados y por lo tanto todos hemos pasado ya el coronavirus porque una vez tuvimos fiebre, tosimos cuatro veces expulsando flemas amarillas y nos dolió la cabeza durante 36 horas. Y todos, por supuesto, creemos que somos inmunes. En serio ¿Alguien me cuenta qué extraña causa provoca esta alucinación patria generalizada? Mientras encontráis la respuesta a tamaña tontería, os tengo que confesar que yo sí soy asintomática 100% y una prueba irrefutable de ello es que no para de sonar en mi cabeza María del Monte cantándome una y otra vez eso de «Yo iba de asintomática y me cogiste de la mano»

Y como lo cuento todo, tengo que confesar que me he detectado un pequeño problema y es que, a medida que avanza el confinamiento, me estoy planteando que quizás no pueda soportar el regreso a la normalidad. Me explico: paso tanto tiempo con mis hijas y con los perros que creo que definitivamente ya no soporto a las personas y temo el momento de tener que acercarme a la gente si algún día termina la cuarentena.

Luego pienso que lo más probable es que nada vuelva a ser como antes en un largo, larguísimo período de tiempo y me sorprendo regocijándome con la idea de que incluso puede llegar a gustarme. Inmediatamente llega el arrepentimiento e intento distraerme con el challenge del papel higiénico.

Pero a los cinco segundos la fantasía de aislamiento perpetuo se transforma en un pensamiento recurrente y me obsesiono. Y ya no puedo parar. No hay marcha atrás, mi cabeza empieza a trabajar día y noche en planear estrategias de supervivencia para evitar el contacto social. Estas son algunas de las cositas que me propongo cuando pienso en un futuro distópico:

  • Toser continuamente para que nadie se me acerque nunca más
  • Provocarme el síndrome de Tourette cada vez que salga a la calle
  • Trabajar cada día en una terapia inventada para alcanzar la distancia social definitiva, no sólo física, también mental
  • Tirarme pedos virtuales silenciosos
  • Fingir muy mal, para que me lo notes, que me importa que te vaya como el culo
  • Pintar mi mascarilla con sangre menstrual cuando tenga que ir la Gran Vía
  • Aparentar ser muy feliz en redes sociales para que sientas, más que nunca, que tu vida apocalíptica es una auténtica mierda
  • Llegar tarde a todas las citas por vídeo llamada y volverlo a hacer
  • Y lo más importante: jamás arrepentirme de nada

Por cierto, hablando de la nada: lo peor de la cuarentena no es que ya no entres en los vaqueros, ni tus cuotas de autónomo impagadas, ni la cerveza del Día, ni tus resacas terribles, ni tus implacables desórdenes emocionales, ni que te hayas convertido en un ser asexual, ni tu recién estrenado trastorno bipolar, ni que prescindas del desodorante por tacaña, ni que nadie te quiera. Lo peor de la cuarentena es que nunca pasa nada:

Porque hoy más que nunca estoy segura de que existe una dimensión paralela donde viven mis medias rotas, mis abonos transporte caducados y mis sueños sin cumplir. Y mientras algún vecino aplaude a las 19,59 h con el Despasito de fondo, en mi cabeza suena ahora Nacho Vegas profetizando un mes de mayo bastante jodido.

(Continuará)

Crónicas de cuarentena (I)

Primero los agradecimientos:

La cuarentena me pilló por sorpresa y empezó silenciosa y gris. Todavía no ha terminado y ya me siento un poco Ana Frank. No escribo mi diario pero grabo vídeos en confinamiento mientras ahí afuera los comandos balconazis acechan, inefables y a pleno rendimiento.

Todo sería más sencillo sin descendencia porque eso me permitiría asilvestrarme y entregarme a la desidia sin remordimientos pero tengo tres hijas y es imposible obviarlas así que intento continuamente minimizar el problema. Existen dos alternativas viables para que las niñas estén entretenidas todo el día y no den la turra:

Opción A: obligarles a que memoricen La Metarmofosis de Kafka para que sientan que su vida en cautiverio es mucho más fascinante que la de Gregorio Samsa.

Opción B: ser una madre desnaturalizada y hacerme la loca cuando se dejen los ojos en la Play 15 horas diarias.

Adivina cuál es la opción elegida

Me siento plena y poderosa, vivo esta cuarentena como un catalizador maravilloso que me está enseñando a gestionar mis emociones, a conocerme a mi misma, a ser tolerante con la frustración, a no rendirme, a valorar la soledad como camino ineludible hacia la paz y el autocontrol, a fluir con el universo, a cagarm…. ES MENTIRA. La rutina me desquicia, estoy insoportable y tengo la certeza de que el fallo hepático se encuentra cada vez más cerca. Aquí está la prueba: los audios originales de mis conversaciones de confinamiento con Mejor Amiga David en whatsApp (Imprescindible subir audio)

El making of es la clave, ojo al audio también

Desaparecen los días de la semana y se instala en mi vida un domingo eterno. Llega la perezaca. Entre salir a aplaudir, lavarme las manos, contestar las videollamadas, ver los vídeos de bulos que envían las charos por whatsapp para que les haga casito, procrastinar y bloquear a todo aquel que empieza su tuit con eso de «Cuando todo esto acabe…» se me pasa el día divinamente. Casi olvido que estoy hasta las trompas de falopio del positivismo diabético de los confineitors porque resulta que ahora, además de hacer pan, todos son expertos en autoayuda sólo para torturarme. Me parece una falta de respeto muy gorda pasarse por el forro que tengo derecho a ser realista y a ver esta cuarenpena tal y como es: una pvta mierda. Total, resumen de la primera temporada de Pandemia: si algo me ofende profundamente es el wonderfulismo apocalíptico y esta sobredosis de españoles positivos está agravando poco a poco mi sociopatía. Vamos a calmarnos por favor os lo pido.

Pero llega el 23 de marzo y con él un terrible giro dramático: es mi cumpleaños, me abandono al TikTok y grabo un vídeo absurdo repleto de felicidad pandémica. De nuevo, vuelve la incoherencia emocional que marcó mi infancia y surge una duda ¿soy covidiota?

A estas alturas, me encuentro un poco saturada de la pregunta de rigor, esa que siempre hacen durante una pandemia mundial los fantasmas del pasado y también los fantoches del presente para (re)establecer el contacto: «¿Que tal llevas la cuarentena?». Y de paso también me pregunto si las mascarillas del presente serán las barbas del futuro pandemial mientras pienso en cómo coño voy a pagar el alquiler. Luego, para mantener el autocontrol, me provoco un subidón de endorfinas que alimentan mi esperanza y la certeza de que recibiré alguna ayuda estatal para comprar chóped y macarrones pero entonces recuerdo que soy autónoma y se me pasa. Aún así, me siento serena y entera y cuando me da el bajón me digo: «tienes que ser fuerte… lo que nos vamos a reir cuando esto acabe ¡ya no queda nada para 2028!». Total, que reviso el armario, precinto el cajón de las bragas bonitas y tomo la firme decisión de uniformarme. ¡Qué c0ño! Preparo el outfit de cuarentena, esa maravilla con ropa de mierda que por un lado me ahorrará tiempo de pensar cómo me visto cada día y por otro, impedirá que desgaste innecesariamente mis prendas favoritas. Mirad, este es mi outfit de día:

Y este es mi outfit de lencería: la bragafaja y el sujetador de lactancia del 2002

En este punto es cuando me empiezo a sentir tremendamente creativa y monto un sorteo en Instagram con la lencería de cuarentena porque la bragaza tiene mucho tirón y sé que me van a llover los followers:

(Continuará)

Cuarentena. Lista de cosas que me importan una mierda

Hola. Voy a caeros mal a tod@s y para ello procedo ahora mismo a anotar perlitas en mi lista de cosas que me importan una mierda, no sea que se me olvide que no pienso en ellas ni un solo segundo. No leas este post si quieres creer que soy normal. Por el contrario, si también tienes rasgos sociópatas, te va a encantar:

Lista de cosas que me importan una mierda:

1- Crisis verborréica de conocidas con brote psicótico que antes ni te saludaban y ahora, en cautiverio, te atormentan desde el grupo de whatsApp para confesar que su pareja la tiene como el cuello de un cantaor. Si a ti también te acosan con detalles incómodos y te afecta pero te da cosica abandonar el grupo para no quedar mal con nadie porque todavía conservas un poco de vergüenza de la que a mi ya no me queda, aquí un secreto: tienes que bloquear las notificaciones del grupo pinchando en el botón «Info» y seleccionando «bloquear» las notificaciones. Otra alternativa es accediendo a «Información del grupo – Notificaciones personalizadas – desactiva notificaciones y avisos». Acto seguido hay que eliminar todos los archivos del grupo de la siguiente manera: Pinchar en el grupo y seleccionar «Imágenes y ficheros». Deshazte de todos los archivos. De nada. (Risa de loca)

2- Tus dones ocultos descubiertos en cuarentena. Que sí, que eres capaz de tejer 2,5 colchas de ganchillo por hora y que también bailas zumba y haces el Beto 7 con los ojos en blanco mientras tarareas la canción y pones caritas. Y pregonas en tu facebook que vas a eclipsar a Saramago con tu próxima novela distópica donde casualmente desenmascaras a una sociedad podrida y desencajada mientras un narrador omnisciente cuenta cómo el orden social se desintegra a medida que el gobierno intenta contener la pandemia.

3- Las teorías conspiranóicas preapocalípticas que acabarán con la raza humana. El 15 de marzo me apasionaban. Como hoy me aburre todo, elijo surrealizarme sola.

4- Tu positivismo de mierda. A ver, que a mi no me afecta pero puede crear falsas expectativas en cabezas no tan lúcidas y bien amuebladas. Déjame ser realista sin que me acuses de tremendismo. Solicito ergonomía mental para adaptarnos a lo mal que pinta nuestra vida lamentable y contemplar la posibilidad de que todo puede ser incluso peor de lo que queremos imaginar. Como si fuera un conato, sin dramas, sin lágrimas, sin tormentitos. Y cuando consigas controlar la ansiedad, pregúntate cuántas cosas has hecho ya por última vez, sin saberlo. Ahora llora.

5- Lo primero que vas a hacer cuando termine el confinamiento. Me sigo aburriendo. Como lo primero que vas a hacer no va a sorprenderme y mucho menos escandalizarme, no me lo cuentes por favor.

6- La receta de tu puto bizcocho de limón. Vale, te la pedí pero era solo por hacerme la empática.

Esperando dosis de paciencia vía oral, vía rectal, vía parenteral

7- tus consejos para soportar la cuarentena, ese master en la Juancar «Psicología de pandemias, confinamientos y conversaciones entre vecinas de patio interior». Todos somos psicólogos y recetamos nuestras terapias sin pudor alguno. No te voy a decir lo que pienso de tus tips para de mantener la calma y el control emocional durante el confinamiento. Tampoco transmitiré ningún tipo de opinión sobre hacer yoga, sentir el amor en la distancia, meditar, hacer videollamadas como si no hubiera un mañana, establecer rutinas insufribles, beber 120 litros agua al día, hacer pan compulsivamente, aprovechar para ser productiv@ ya que te has quedado en el puto paro, limpiar los 76.309.856 e mails sin leer de tu bandeja de spam, afeitarte las cejas, comer de forma saludable, el «si te aburres es porque quieres» y otras estupideces, maximizar el contacto con tu familia para perder el norte, convulsionar y aprender a conocerte a ti mism@, confiar en el futuro, sonreir sin parar cual psicópata, psicoanalizar tus sueños lúcidos y tararte, reventar el satisfyer… ¿te suena? Vale, ya paro.

8- Mis historias en instagram haciendo pesitas. La verdad es que he aprendido a obviarlas porque me parecen una gran mierda. Sé que a ti también y no me importa.

9-Tu canción favorita de la cuarentena. No me lo digas, por favor te lo pido. Aunque me estoy temiendo que es «Un mismo corazón» el nuevo «himno» que Marta Sánchez compuso con «inspiración divina». Normal. Desde el «Tú contestasteS que no» de Mecano, no me impactaba tanto la letra de una canción. De la música, mejor, tampoco hablamos. Un horror a la altura de mi angustia.

10- El vídeo de tu niño cantando el «Resistiré» versión cumbia. Creo que no eres capaz de entender que las gracias de tu hijo no le interesan a nadie. Si te soy sincera, a mi me afectan al sistema inmunológico y a la flora bacteriana aunque hago como que no.

11- Mis pensamientos recurrentes de cuarentena. Empezaron con el confinamiento y a medida que éste avanzaba eran cada vez más frecuentes, más confusos, más obsesivos, más sin sentido. Invadían mi mente una y otra vez, querían volverme loca y me hacían suplicar un exorcismo… hasta que también ellos consiguieron aburrirme.

12- Tus lamentables esfuerzos por creer que después de la cuarentena todos vamos a ser mejores personas. Tienes fe en la humanidad, en el confinamiento como catalizador de grandes cambios porque no hay luz sin oscuridad, aprenderemos de la soledad a conocernos mejor a nosotros mismos, a reinventarnos, a gestionar nuestras emociones, a valorar el calor, la amistad, la solidaridad, la ingenuidad de mier… perdona, me ha vuelto el tic palpitante de mi ojo derecho y tengo que meter las cervezas al frigo.

13- Tú, leyendo este post y dando arcaditas.

Ya estaría.