Crónicas de cuarentena (I)

Primero los agradecimientos:

La cuarentena me pilló por sorpresa y empezó silenciosa y gris. Todavía no ha terminado y ya me siento un poco Ana Frank. No escribo mi diario pero grabo vídeos en confinamiento mientras ahí afuera los comandos balconazis acechan, inefables y a pleno rendimiento.

Todo sería más sencillo sin descendencia porque eso me permitiría asilvestrarme y entregarme a la desidia sin remordimientos pero tengo tres hijas y es imposible obviarlas así que intento continuamente minimizar el problema. Existen dos alternativas viables para que las niñas estén entretenidas todo el día y no den la turra:

Opción A: obligarles a que memoricen La Metarmofosis de Kafka para que sientan que su vida en cautiverio es mucho más fascinante que la de Gregorio Samsa.

Opción B: ser una madre desnaturalizada y hacerme la loca cuando se dejen los ojos en la Play 15 horas diarias.

Adivina cuál es la opción elegida

Me siento plena y poderosa, vivo esta cuarentena como un catalizador maravilloso que me está enseñando a gestionar mis emociones, a conocerme a mi misma, a ser tolerante con la frustración, a no rendirme, a valorar la soledad como camino ineludible hacia la paz y el autocontrol, a fluir con el universo, a cagarm…. ES MENTIRA. La rutina me desquicia, estoy insoportable y tengo la certeza de que el fallo hepático se encuentra cada vez más cerca. Aquí está la prueba: los audios originales de mis conversaciones de confinamiento con Mejor Amiga David en whatsApp (Imprescindible subir audio)

El making of es la clave, ojo al audio también

Desaparecen los días de la semana y se instala en mi vida un domingo eterno. Llega la perezaca. Entre salir a aplaudir, lavarme las manos, contestar las videollamadas, ver los vídeos de bulos que envían las charos por whatsapp para que les haga casito, procrastinar y bloquear a todo aquel que empieza su tuit con eso de «Cuando todo esto acabe…» se me pasa el día divinamente. Casi olvido que estoy hasta las trompas de falopio del positivismo diabético de los confineitors porque resulta que ahora, además de hacer pan, todos son expertos en autoayuda sólo para torturarme. Me parece una falta de respeto muy gorda pasarse por el forro que tengo derecho a ser realista y a ver esta cuarenpena tal y como es: una pvta mierda. Total, resumen de la primera temporada de Pandemia: si algo me ofende profundamente es el wonderfulismo apocalíptico y esta sobredosis de españoles positivos está agravando poco a poco mi sociopatía. Vamos a calmarnos por favor os lo pido.

Pero llega el 23 de marzo y con él un terrible giro dramático: es mi cumpleaños, me abandono al TikTok y grabo un vídeo absurdo repleto de felicidad pandémica. De nuevo, vuelve la incoherencia emocional que marcó mi infancia y surge una duda ¿soy covidiota?

A estas alturas, me encuentro un poco saturada de la pregunta de rigor, esa que siempre hacen durante una pandemia mundial los fantasmas del pasado y también los fantoches del presente para (re)establecer el contacto: «¿Que tal llevas la cuarentena?». Y de paso también me pregunto si las mascarillas del presente serán las barbas del futuro pandemial mientras pienso en cómo coño voy a pagar el alquiler. Luego, para mantener el autocontrol, me provoco un subidón de endorfinas que alimentan mi esperanza y la certeza de que recibiré alguna ayuda estatal para comprar chóped y macarrones pero entonces recuerdo que soy autónoma y se me pasa. Aún así, me siento serena y entera y cuando me da el bajón me digo: «tienes que ser fuerte… lo que nos vamos a reir cuando esto acabe ¡ya no queda nada para 2028!». Total, que reviso el armario, precinto el cajón de las bragas bonitas y tomo la firme decisión de uniformarme. ¡Qué c0ño! Preparo el outfit de cuarentena, esa maravilla con ropa de mierda que por un lado me ahorrará tiempo de pensar cómo me visto cada día y por otro, impedirá que desgaste innecesariamente mis prendas favoritas. Mirad, este es mi outfit de día:

Y este es mi outfit de lencería: la bragafaja y el sujetador de lactancia del 2002

En este punto es cuando me empiezo a sentir tremendamente creativa y monto un sorteo en Instagram con la lencería de cuarentena porque la bragaza tiene mucho tirón y sé que me van a llover los followers:

(Continuará)