y queda graciosete.
Mi pelo es difícil de comprender. Cada rizo tiene vida propia y parece que va por libre pero sé que todos juntos cuando esnifan humedad, se flipan y conspiran para resolver la incompatibilidad existente entre la mecánica newtoniana y el electromagnetismo. Ya desde pequeña mi pelo apuntaba maneras pelopo y era mi propia madre la que me lo segaba sin piedad, impertérrita y repitiendo con voz robótica que no podía hacerse con él. Ahí empezó todo: mi pequeño gran drama de la infancia fue nacer con el pelo rizado, llevarlo a lo Antoñito y tener orejas de soplillo, algo incompatible ahora y en los 80. Ser un poco bruta y asocial no ayudó mucho a tener una infancia normal. Convertirme en una niña gigante y crecer hasta límites insospechados, tampoco.
![Ana Alpuente 2](https://www.anaalpuente.com/wp-content/uploads/2020/02/ana_alpuente_2-1024x662.jpg)
![Ana Alpuente 4.pelo](https://www.anaalpuente.com/wp-content/uploads/2020/02/ana_alpuente_4.pelo_.jpg)
Pero lo gordo aconteció en la preadolescencia con el trauma de la primera comunión como detonante. El sagrado sacramento me hizo descubrir la estupidez infinita de la naturaleza humana y jurar que cuando fuera mayor me dejaría el pelo largo y nada ni nadie volvería a amputar mis rizos. Años más tarde, cuando vi la peli de La princesa prometida por primera vez, supe que mi destino era llevar el pelo largo (Ojo: era adolescente pero no gilipollas y ya tenía asumido que nunca sería ni rubia, ni dulce ni bella como Robin Gayle Wright)
Y esta es la historia de mi pelo. Si lo buscas en Google, aparece como antónimo de los adjetivos «suave», y «sedoso». Le gusta desafiar a las leyes de la naturaleza y hace que recién levantada me transforme en un anuncio de estropajos nanas. Cuando voy a la playa es si como todas las algas marinas de la Costa Blanca estuvieran reproduciéndose en mi cabeza y los días lluviosos parece que los nidos de cuatro cigüeñas descansan sobre mi cerebro. Pero nos llevamos bien y nos gusta contar de vez en cuando nuestra historia peluda de amor-odio.
Porque yo sé que cuando tenga 75 años seguiré con él. Y lo seguiré llevando largo. Y me lo teñiré de azul y/o de rosa. Y diré muchos más tacos. Y volveré a fumar porque total, ya me dará igual pillar un cáncer que tres y pa lo que me queda de estar en el convento, pues eso. Y desayunaré cerveza de marca blanca porque seré feliz pero pobre y también porque quiero morir como una vieja loca con rizos de colores, el hígado de oca y arrastrando el carrito de oxígeno portátil para poder alternar el Marlboro con la hipoxemia.
Feliz vida
![Dav Vivid](https://www.anaalpuente.com/wp-content/uploads/2020/02/ana_alpuente_3.pelo_.jpg)