Manolo me masculla, tres bikinis y un bañador

De este verano pandémico no guardo precisamente buenos recuerdos. A decir verdad, ni buenos ni malos, sólo episodios absurdos e inconexos que mi memoria se ha empeñado en almacenar y todavía no sé muy bien el motivo aunque sospecho que anuncian el fin de una etapa. Una etapa que ni siquiera sé cuál es, ni cuándo comenzó.

Ana Terraza Blog Jpg

Y reconozco que no tiene sentido pero voy a contar una de estas historias para que podáis valorar adecuadamente la irrelevancia del tema y mi existencia surrealista:

La semana pasada tuve que quedar con Sara, nombre inventado de mi antigua vecina, que se empeñó en devolverme dos libros que le presté hace siete años. No me apetecía nada el encuentro pero el calor me abotarga y fue imposible encontrar una excusa coherente para evitarlo.

Sara siempre tomaba poleo sin cesar y sufría fuertes crisis verborreicas. Como era incapaz de soportarse en soledad a ella misma, se había empeñado en martirizar al resto de la humanidad con monólogos en primera persona. En nuestros tiempos de vecinas, me contaba q mantenía conversaciones fluidas con la televisión y no se cortaba un pelo cuando describía con pelos y señales cómo los presentadores de LTC (La Tienda en Casa) le enviaban mensajes cifrados que sólo ella podía comprender.

A lo que vamos, Sara y yo quedamos para tomar algo cerca de mi antigua casa pero antes paré donde Manolo, el de la ONCE, a comprar un cupón. Desde el interior de la caseta, Manolo me reconoció y como siempre, se quedó mirándome pero esta vez me observaba con ojillos chispeantes, parapetados tras las lentes de culo de vaso e inexplicablemente fijos en mi escote. Y entonces empezó a mascullar cosas ininteligibles que no lograba comprender porque hablaba con la sonrisa húmeda y muy bajito y muy deprisa. Y sin parar. Pagué el cupón que Manolo depositó a tientas en la repisa de la ventanilla y decidí despedirme con una de mis mejores sonrisas para poner fin a la situación. Pensé con pereza en el poleo y la conversación insufrible que me esperaba con Sara mientras caminaba apesadumbrada a su encuentro.

– Manolo, el ciego, me masculla.

– ¿Te masculla? Repitió Sara sin disimular su indiferencia ni desviar la mirada del móvil

– Creía que era tímido y hablaba muy bajito pero hoy he descubierto que me miraba las tet4s mientras susurraba cosas que no entendía. Sara, Manolo me masculla.

– Bueno, ¿y qué problema hay?

– C0ño, Sara, que Manolo es ciego

– Eso es que “se imagina” que estás buenorra – va y dice la pasiva agresiva de mierda

– Me estaba mirando – Insistí yo asertiva y marcando las emes muy digna

– Imposible, no ve

– El problema es que me crea inseguridad. Dudo de si me dice cosas guarras por defecto o por exceso. Y ninguna de las dos opciones es buena – Dije arrepintiéndome al instante de haber iniciado la conversación.

– ¿Exceso o defecto de qué?

– Exceso o defecto de visión. No sé si me masculla porque no es tan ciego y por eso sólo mira mi escote o porque realmente no ve nada y se imagina cosas estupendas que no son.

– Pues lo segundo, nena – contestó Sara con todo su c0ño. Y como de costumbre, giró la conversación hacia un monólogo interminable y odié muy fuerte al mundo con ella dentro. Sin duda, mi vecina padecía algún tipo de desequilibrio que le impulsaba a hablar sin parar sobre cualquier soplapollez absurda que, inevitablemente, desembocaba siempre en más de lo mismo: sus ex.

Tuve que huir y me fui al baño. Sara me siguió implacable, atormentándome con su soliloquio. Al borde del suicidio, le dije que tenía que irme a probar trajes de baño. Maldita la hora, terminó acompañándome y relatando, esta vez a través de la cortina del probador, la trascendencia de la elección de sus bañadores cuando se fue de vacaciones con su nuevo ex a Matalascañas. Miré el reloj: eran sólo las ocho de la tarde pero decidí que me iba a la cama, necesitaba que el día acabase ya. Sara continuaba cacareando sin piedad al otro lado, disertando ahora sobre su deseo de ser incinerada porque no podría soportar la idea de que las uñas de sus manos y de sus pies crecieran sin cesar después de muerta.

Elegí al azar tres bikinis y un bañador que ni siquiera me había probado, juré que jamás volvería a quedar con nadie y volé a casa mala de los nervios. Tila doble, dos pastis de valeriana Leo y la certeza absoluta de que soy un ser asocial

Bueno, y aquí abajo dejo el resultado de mis fotos de moda de baño. Seguramente las habéis visto en redes sociales pero todavía no conocíais la historia. Ahora debería hablar sobre trajes de baño, bañador, biquinis, swimming wear, el mar y el verano para posicionar en Google el put0 blog pero ya no puedo seguir escribiendo, soy un ser de luz y estoy destrozada por el flashback.

Bikini Surfero Blog
Surreal summer #1
No te creas nada, sólo busco casito
Bikini de Ripcurl
Bikini Negro Con Carlinoblog
Surreal summer #3
Palabrante estupilista hiepertrofiando alas
Bikini de Red Point
Bañador Dolores Cortes Blog
Surreal summer #3
Lunes at the Quinqui Beach Club
Bañador de Dolores Cortés
Anabikiniblanco
Surreal summer #4
Lo único que me queda por perder es el tiempo
Bikini de Calvin Klein

«Los personajes y hechos retratados en esta historia pueden ser (o no) completa o parcialmente ficticios. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas, muertas, reencarnadas, resucitadas, embarazadas de una paloma o criogenizadas o con hechos reales puede ser pura coincidencia. O no.»