Dramones y tul

Dramones y tal, digo tul. Dramas limítrofes, calientes, compactos, reverberantes, pletóricos, ruidosos, disciplentes y barrocos. Maravillosos dramas con pedigrí y trazabilidad, también sin ella, de esos que son inmediatos y no se van cocinando poco a poco sino que combustionan en diez segundos, te explotan en las trompas de falopio y te vuelves muy loca. El mundo es mío poseída por las hormonas, inmersa en un terrible drama premenstrual y absolutamente salvaje, con el tampax expectante en el bolso y sin la mesura de una perspectiva racional. ¿Racional? ¡Qué coño dices! ¡Que viva la sobredosis de emociones!

Todo empezó el 15 de diciembre de 2020 cuando perdí mis gafas de sol blancas en la ermita de la Virgen Blanca. Casi era Navidad y puede parecer una tontería pero me marcó y tuve miedo porque sabía que era una señal inequívoca de que algo terminaba y no estaba muy segura de que comenzara algo nuevo. Fin de una etapa. La vida siempre nos manda señales aunque muchas veces las ignoremos porque tenemos los oídos llenos de cera y los ojos pegados con las legañas de la mediocridad. Esa tarde estuve mirando todas las fotos y los vídeos que me hice con mis desaparecidas gafas blancas y decidí comprarme otras igual cuanto antes, era absolutamente urgente y necesario. Como no podía ser de otra manera, no las encontré idénticas pero di con otras gafas muy parecidas y quise celebrarlo con una sesión de fotos en las escaleras que unen la calle Princesa con la Plaza de Cristino Martos. Vaya! Escaleras de la Fuente de los Afligidos, dice Google Maps que se llaman.

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Desarrollo del drama: El climax se alcanza en el momento en el que voy a hacerme un selfie bajando las escaleras porque me siento muy diva y descubro que las nuevas gafas blancas no me quedan tan divinas como las que perdí. Y ya nada podrá ser lo mismo. Casualmente en este vídeo se recoge ese terrible instante:

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Qué cosas, acabo de darme cuenta de que cuando perdí mis gafas blancas llevaba un vestido de tul morado y una blazer naranja de raso. Vestido negro de tul y blazer negra para lo que fue este momento dramón en la escalinata. Luto riguroso. No lo hice a propósito, prometo que no estudié el outfit ni intenté darle un significado. De pronto, todo vuelve a cobrar sentido.

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Leí una vez que nada ni nadie se marcha de tu vida sin dejarte una enseñanza y en realidad la lección fue esa: ya nada será lo mismo. Sin duda, un verdadero drama.

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Reivindicar el drama como arte, se convierte en una dura tarea porque es una causa perdida y las causas perdidas hacen que me sienta más disfuncional todavía. Sin embargo, regocijarme imaginando mi vida como fuente infinita de tragedias… mmmmmm. Eso es autoerotismo. No he analizado el porqué de esta atracción fatal pero lo más probable es que sentirme patética sea sanador para mi. Sospecho que así me creo la protagonista de mi propia película, que en vez de ser un western, aventuras o histórica y tal, yo voy y sin leerme el guión la titulo directamente «Histérica y tul». Tengo motivos para pensar esta querencia al drama es el resultado del terrible magnetismo que comenzó a los 3 años de edad cuando tuve por primera vez la sensación de estar viviendo una triste tarde de domingo y con ella la certeza de que la vida era una mierda. Mi primer drama. Y me gustó.

Como buena escolequifobica y también hipocondríaca, mis principales dramas están protagonizados por gusanos y/o enfermedades imaginarias degenerativas + tres veces mortales. Ojo, no es fácil ser dramático, tiene un gran mérito. Para hacerlo correctamente tienes que ser hipersensible a cualquier tipo de estímulo y nefasto para valorar de forma certera las pistas sociales. Eso y centrarte siempre en lo negativo mientras reaccionas con emociones exageradas ante lo más cotidiano con el único fin de maximizar los problemas hasta niveles estratosféricos. Los dramáticos tenemos la capacidad de remitir al sentido trágico de la existencia y arrastrarnos en un viaje de descenso hacia las regiones más profundas y oscuras del alma humana. En resumen, los dramáticos somos seres insoportables porque nos quejamos siempre, pase lo que pase, sentimos un extraño placer en ello. Yo no sé pero creo que en mi caso el causante de mi dramatismo es la falta de sueño que empezó hace décadas con la ansiedad, siguió con el nacimiento de tres niñas que no me han dejado dormir en 18 años y ahora la pesadilla continúa con el puto piso turístico que tengo al lado y hasta aquí puedo leer porque todo lo que escriba será utilizado en mi contra por mi vecina, la simpar propietaria del susodicho que seguro que me está leyendo, hola Olga. Gracias por tanto, Ayuso (Edito: este agradecimiento es ironía, me da pavor que alguien no lo haya captado)

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  • Vestido de tul: Pimkie
  • Gafas: vintage
  • Top: vintage
  • Cinturón: Mango
  • Zapatos: Zara
  • Calcetines: Calzedonia
  • Blazer: vintage